Una periodista lesbiana y feminista en México
1. Profesión de hombres
Por supuesto enfrenté oposición para estudiar periodismo, mi padre consideraba que era una profesión de hombres. “¡Por qué no estudias psicología como tu hermana!”, se refería a mi gemela. No me pudo decir que no, porque repetí sus palabras cuando nos pedía a sus hijas que estudiáramos para no depender de un hombre.
¡Qué contradicción!, pero así es el patriarcado.
Él murió cuando yo tenía 19 años y estaba a punto de ingresar a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, así que no pudo ver a la periodista en la que me convertí.
2. ¡Por lesbianota!
Trabajé 11 años en Canal 13 una televisora pública con cobertura nacional, la experiencia profesional que adquirí ahí fue fundamental. Empecé como todas y todos, desde abajo, finalmente me especialicé en el análisis de la información internacional.
¡Fui el brazo más famoso del Canal 13!, por genética soy de baja estatura, muy delgada y no represento mi edad cronológica. Así que como “no querían niñas de secundaria dando las noticias”, mí brazo y mí voz era lo único que veía y escuchaba la audiencia, cuando me tocaba reportear.
En mesa internacional, éramos un grupo de ocho analistas, de los cuáles seis con orientación sexual distinta a la de la mayoría, en la redacción nos pusieron el apodo de “la jaula de las locas” en referencia a la famosa película norteamericana.
Eran mediados de los años ochenta, no se hacía énfasis aún en los derechos de la comunidad LGBTIQ, por lo tanto, en Recursos Humanos no nos querían para nada, así que como buitres sólo esperaban la menor equivocación para corrernos.
Tuve un problema familiar, falté tres días con el permiso de mi jefe, le pregunté que si le presentaba el reporte médico, me contestó que no. Aun así, me llegó el cese fulminante, ¡cómo me defendió ese hombre!, era Víctor Vío, un exiliado periodista chileno que fue director de la televisión pública durante el mandato de Salvador Allende, por supuesto que sabía de derechos humanos.
El caso llegó hasta la dirección general, finalmente no me corrieron porque Víctor demostró que no habían hecho la investigación correcta para justificar mi despido. Trabajé 4 años más ahí y en octubre de 1989 recibí la invitación para trabajar como subdirectora de noticias en Radio y Televisión de Hidalgo.
Para ubicarles, Hidalgo, es uno de los cinco estado más pobres, pequeños y machistas de la República Mexicana. Aquí nació la charrería, que es una especie de rodeo a la mexicana, el futbol, el golf y el tenis, porque los ingleses estuvieron explotando las minas de plata casi dos siglos.
Así que, después de trabajar en un canal de televisión con alcance nacional, me enfrenté a las carencias y problemas de una pequeña televisora local, ¡Hacer televisión con cero recursos, también es un reto profesional!
Cuando me instalé en Pachuca, busqué a algún grupo de lesbianas, no lo encontraba por ningún lado. Pregunté a un joven periodista ¿dónde estaban las mujeres lesbianas? Su respuesta fue ¡claro que sí existen, pero todas están casadas y tienen hijos!, así abiertas como tú, no hay, me dijo.
Después de secarme una lagrimita, me dediqué entonces en cuerpo y alma al trabajo.
3. El maquillaje
Miren, en ese entonces no era lo mismo estudiar en la UNAM, la mejor Universidad del país, que en alguna de la provincia. Las deficiencias académicas eran muy palpables. De hecho, en la de Hidalgo, no existía la carrera ni de periodismo, ni de comunicación.
Necesitábamos nuevos conductores de noticias, habíamos restructurado todo, queríamos caras nuevas. Hice las pruebas de locución a por lo menos 50 personas. Fue frustrante, no leían bien, no pronunciaban de manera correcta los nombres extranjeros, tenían muy poco bagaje cultural.
Acá en México, tienes que tener licencia de locutor para poder aparecer en los medios audiovisuales, la expide la Secretaría de Educación Pública, tienes que saber leer a la perfección, pronunciar bien cualquier lengua extranjera, conocer al dedillo la ley de medios y aprobar un examen de cultura general.
Así que el director de noticias me aviso que estaría conduciendo algunos noticieros la siguiente semana, puse sólo una condición, por nada del mundo me maquillaría.
Me dijeron que no había problema, así que me lancé, yo, que no cumplía para nada el estereotipo de la conductora de televisión ya que me faltaba mucho físico y salía con mi carita infantil recién lavada, sabía que tenía que suplir esa carencia con un estilo diferente, usar el sentido común.
Una de las medidas que tomamos fue leer al aire los mensajes y comentarios de la audiencia, algo que nunca antes se había hecho. Al inicio, todas las noches recibía críticas por mí forma de vestir o por la falta de maquillaje, pero el acercamiento con las y los televidentes se impuso.
En una ocasión sí me sacaron de mis casillas, se había iniciado la primera invasión norteamericana a Irak, medio oriente fue uno de mis temas como analista de información internacional, así que cada noche se originaba una animada tertulia ante las noticias de la guerra. Y, cada noche, el mismo hombre telefoneaba para exigir que yo no hablara de lo que no sabía.
Lo invitamos al programa, le pedimos que fuera a platicar con el director de noticias y conmigo sobre los acontecimientos en Irak, por supuesto nunca se apareció, pero dejó de llamar.
La dirección aprovechó el caso para exigirme que me maquillara, así que finalmente lo tuve que hacer, me pesaba como una máscara, no me reconocía, tampoco la gente en la calle cuando tenía que hacer alguna transmisión en vivo, era muy extraño.
4. Feminismo, una mala palabra
A esas alturas ya también me identificaba con el feminismo, de entre las llamadas que recibíamos en el noticiero, había algunas de mujeres víctimas de violencia que pedían ayuda, yo les daba seguimiento personalmente, solicitaba “apoyo” de las y los funcionarios de gobierno para que las consideraran y resolvieran sus casos, en ese tiempo, no existía ninguna instancia formal que las atendiera.
Aprovechaba que mi cara se veía todas las noches en la televisión, no era una desconocida quién pedía el favor, aún así era muy limitado ese apoyo.
A raíz de la violación tumultuaria que sufrió una de mis compañeras reporteras, me lancé de lleno al activismo en favor de los derechos humanos de las mujeres, para este caso pedí ayuda a la esposa del gobernador, la señora Alejandra Mora. Meses después creamos la primera oficina de atención a víctimas de la Procuraduría de Justicia.
Con el cambio de administración y la llegada de nuevas funcionarias, se organizó al primer grupo que tomamos una capacitación formal con las compañeras del Programa Universitario de Estudios de Género, (PUEG) de la UNAM que creó la feminista mexicana Graciela Hierro.
A partir de entonces, me ha tocado participar en la creación de leyes e instituciones a favor de las mujeres, como el Instituto Hidalguense de las Mujeres, La Secretaría de las Mujeres de Pachuca, el Refugio para Mujeres en situación de violencia, sus hijas e hijos, la primera ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la primera ley para prevenir y erradicar la violencia simbólica contra las mujeres en los medios de comunicación, entre otros.
Pero también como periodista abracé al feminismo, con la guía de Sara Lovera, pionera del periodismo con perspectiva de género, junto con otras compañeras fundamos CIMAC, (Comunicación e Información de la Mujer A.C.), capítulo Hidalgo. Actualmente escribo una columna para SemMéxico, plataforma digital especializada en información de las mujeres que encabeza, la misma Sara Lovera.
Por cierto recientemente, hackearon la página y dejaron un mensaje muy intimidatorio contra las feministas, nadie dejó de escribir, todas las y los colaboradores coincidimos en que lo mejor era seguir nutriéndola.
5. La sexualidad
Durante los 6 años que estuve dando la cara en la televisión hidalguense, produje un sinfín de programas diversos, por ejemplo, de análisis político, pero uno de los más importantes fue el primer programa de sexualidad que hubo en Hidalgo.
Por supuesto trataron de convencerme de que no lo hiciera, ¿por qué mejor no hablas de drogadicción?, me pedía el director, respondía, ¡claro que sí, voy a hablar de sexualidad y drogadicción! ¡Pero invita a un sacerdote! me conminaba, “¡No claro que no!, el programa no es de polémica, es educativo, voy a hablar de los derechos sexuales y reproductivos, así que tenemos que estar de acuerdo”. El director nunca me pudo rebatir.
Hice la versión tanto de radio como de televisión, fue un éxito. En una de las transmisiones de radio, estábamos hablando de homosexualidad y lesbianismo. El productor entró a la cabina durante un corte informativo, me dijo que un joven insistía en hablar personalmente conmigo, pero que no quería salir al aire, fui a contestar.
Solo alcanzó a decirme que él era homosexual, pero que sus padres no lo aceptaban, de repente escuché golpes, manotazos, gritos, el joven queriendo hablar y los padres tratando de colgar el teléfono, lo que finalmente lograron. No supimos más, no dio sus datos. El caso me convenció por completo de la importancia de hablar de todos los temas en los medios públicos.
Meses después tuve la oportunidad de presentar el programa en un Seminario Internacional de Sexualidad que se llevó a cabo en el estado de Aguascalientes, la organización abrió un espacio a los medios de comunicación para hablar de los problemas que enfrentábamos con el tema.
Al finalizar mí ponencia, se me acercó una joven, se presentó, era la productora del programa “Taller de Sexualidad”, el mejor de la televisión mexicana. Conectamos de inmediato, tanto que dejó la Ciudad de México y vino a vivir a Pachuca conmigo, Carmen también es una lesbiana periodista y comunicóloga.
6. Proyecto de Televisión Independiente A.C.
Poco después me despidieron de Radio y Televisión de Hidalgo, era demasiado incómoda para el sistema: mujer, lesbiana, feminista, periodista y comunicóloga. Muchos pecados.
Ya no me dieron trabajo en la estructura formal de gobierno, así que junto con Carmen creamos el primer organismo de la sociedad civil dedicado a la producción de medios audiovisuales, no solo de Hidalgo, también del país, Proyecto de Televisión Independiente A.C. inicié así mí carrera como comunicóloga.
Aprovechando la presencia de varias mujeres en la administración gubernamental y con las cuales me une la amistad, seguimos trabajando para el Gobierno, pero de manera independiente creando campañas de bien público. Al inicio a tientas, pero el trabajo directo con la población nos permitió ir perfilando un modelo de comunicación para el desarrollo, que seguimos utilizando.
Invertimos el modelo tradicional de la comunicación y, con nuestra guía, es la población la que elabora los mensajes. En consecuencia, el impacto es totalmente distinto, se crea comunicación entre iguales. El modelo funciona con cualquier tema.
Prevención de la violencia de género, prevención de la muerte materna e infantil, prevención de violencia en el noviazgo, prevención del embarazo adolescente, prevención del alcoholismo y la drogadicción, cuidado del agua, son algunas de las campañas que hemos elaborado.
Las hemos trabajado principalmente en las zonas indígenas y rurales de Hidalgo.
Hace tiempo, estábamos en una población otomí muy alejada, el tema a desarrollar era prevención de la muerte materna e infantil, el salón estaba repleto. Por invitación de médicos y enfermeras, los pobladores acudieron para participar en el taller creativo de radio, entre ellos estaba un hombre que aparentaba unos cincuenta años, que apenas hablaba español, eran las doce del día y ya estaba borracho, además nuca en su vida había visto un micrófono.
Los fuimos guiando, elaboró una frase, colocamos el micrófono frente a su boca, solo nos veía a Carmen, a mí y al compañero Javier, técnico de grabación, el resto de las personas observaba. Decíamos su frase, marcando cada sílaba para que repitiera.
¡Cinco, cuatro tres dos…! ¡Nada!, otra vez y… otra vez ¡Nada!
Cuando ya nos dábamos por vencidos, la soltó, apenas audible. Rápidamente Javier verificó que el micrófono la hubiera registrado, subió el audio y reprodujo, todos en el salón la escuchamos.
¡Qué vivan las mujeres embarazadas!
El hombre fue el primer sorprendido, estaba reconociendo su voz grabada, gritamos de alegría, lo felicitaron y vi cómo se transformó. Entró un hombre y salió otro, pero esto mismo ha ocurrido con cada persona hombre, mujer, niña o niño, que nos han acompañado en los talleres creativos.
¡Vaya, qué poder el de los medios!
Es necesario entender que la población indígena en México no está representada en los medios comerciales, los de mayor audiencia, y cuando aparecen no es de la mejor manera.
Con las mujeres indígenas logramos incluso que actuaran frente a la cámara. Cuando llegábamos era lo mismo de siempre, conseguir quién nos quisiera ayudar, cuando empezaban las grabaciones aquello era un tumulto. En cada escena, aparte de las y los protagonistas aparecían por detrás montones de extras, el chiste era que cualquier persona que quisiera.
Había quienes cargaban cables, detenían lámparas, una más con la claqueta, ¡Eso sí, muchas y muchos directores de escena! ¡No, no le hagas así, hazle así, mira! ¡No voltees a la cámara! ¡Se repite! Eso sí cuando iniciaba el conteo ni el zumbido de una mosca se escuchaba.
Y nosotras los dejábamos hacer, porque sabíamos que estaban interpretando modos más saludables de vivir y de relacionarse respetando sus usos y costumbres. Era una combinación de su cosmovisión y la de occidente.
Cuando llegaban los productos terminados, posters, tarjetas, audios y videos, el personal de salud reunía a toda la población. Era todo un evento
En una de las reuniones para evaluar el impacto de los productos de comunicación, una de las enfermeras platicó que un día llegó en el transporte público a una de las comunidades más alejadas que atendía. La población toda la estaba esperando; ella se espantó, la calmaron, la tomaron de la mano y la condujeron al Centro de Salud, ahí en la ventana estaba pegado un poster a cuatro planas y a todo color, donde aparecía ella tomando la presión a una mujer embarazada. ¡Mira, eres tú, esta eres tú! le decían.
Dijo que, a partir de ese momento, parecía que tenía varita mágica, cuando antes las y los tenía que perseguir para que fueran a su consulta, llevaran a los infantes a la vacuna, las y los diabéticos recogieran su medicamento o cualquier otro asunto, ahora la gente llegaba por sí sola a la clínica.
7. La autodefensa feminista
En ese tiempo, Carmen y yo tuvimos la oportunidad de capacitarnos en el Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”, de La Habana, en Género y Periodismo, Género y Comunicación. Ante periodistas de toda Iberoamérica mostramos algunas de nuestras campañas.
Con la decana y periodista feminista Isabel Moya Richard forjamos una gran amistad, nos invitó a ser ponentes en el diplomado, compartimos nuestro modelo con periodistas de Cuba.
Por recomendación de Isabel, nos invitaron a un encuentro internacional sobre estrategias para enfrentar las violencias machistas en Bilbao, ahí tomamos nuestro primer taller de autodefensa feminista.
Nos dimos cuenta que las herramientas que nos estaba enseñando Maitena Monroy eran muy sencillas de aprender y que se podrían aplicar en Hidalgo, cuando le dije que en menos de un año estaría en Pachuca impartiendo el mismo taller, no me creyó mucho, pero así ocurrió. Reuní a todas mis amigas, les pedí cooperación y salieron todos los gastos del viaje.
Y es que, a pesar de tantas campañas hechas para prevenir la violencia de género, esta no cesaba, nos quedaba claro que había que pasar a una acción inmediata y la autodefensa nos pareció lo mejor.
Hicimos una pequeña gira con Maitena por algunas partes del Estado. Iniciamos en la ciudad de Tula, donde hacía menos de un mes unos taxistas habían asesinado a cuatro mujeres.
La autodefensa fue bien recibida, las mujeres participaban con mucho entusiasmo, pero Maitena tenía que regresar a su lugar de origen. Un año después la directora del Instituto Hidalguense de las Mujeres, Erika Rodríguez, nos convocó de manera urgente, había conseguido los recursos para replicar el taller, sabíamos que Maitena no podía regresar, así que le pedimos nos diera un tiempo para adaptarlo al contexto y la realidad de Hidalgo.
En diez años hemos capacitado a casi 14 mil mujeres en autodefensa feminista, del taller original queda muy poco: lo hemos tenido que rediseñar, las mismas mujeres nos van indicando sus necesidades.
Tenemos varias anécdotas de ellas que nos han platicado sus experiencias teniendo que usarla, desde la que evitó que le robaran los espejos de su auto, la niña que identificó que iba a ser víctima de abuso sexual y avisó a su familia, la compañera que se dio cuenta que su novio se estaba tornando violento, pero hay una que me parece singular.
En uno de los grupos, dos jovencitas llamaron mí atención por las ganas y el entusiasmo que ponían durante los ejercicios, los practicaban una y otra vez, salieron muy contentas.
Tiempo después, me encontré a la mamá de una de ellas, me platicó que el entusiasmo le duró a su hija mucho tiempo. Su hermano mayor se burlaba y la sometía con los brazos, ella aguantaba, aguantaba y medía, hasta que por fin aplicó una de las herramientas que le enseñamos, hasta ahí llegaron las burlas nunca más la sobajó.
Me dijo la mamá: “Pero lo que no te he comentado, ¡es que mi hijo es campeón estatal de taekwondo!”
La verdad, no es fácil ser una mujer lesbiana y feminista en México y supongo que tampoco en muchos de los países de Latinoamérica. Por más que te esfuerces por ser la mejor y hacer las cosas bien, pensando que así no te discriminarán y, sobre todo, te permitirán existir gozando de los mismos derechos, lo que obtienes es silencio y omisión, que al fin y al cabo es excluyente.
Pero, durante mi recorrido de vida me he encontrado con mujeres, sobre todo de otros países, que reconocen lo que hago bien y han tomado acciones a mí favor, no solo porque han compartido sus enormes saberes conmigo, también porque me siguen impulsando.
Estoy en este espacio, invitada por una de ellas. Gracias, querida María Martín Barranco.
Como verán, me he negado a vivir a hurtadillas y sin hacer ruido, si lo piensan bien es una forma de supervivencia a la violencia estructural, a la violencia cultural, a la amenaza de violencia física. Y resulta que, tratando de sobrevivir, ¡he vivido la vida a plenitud, ese es mi legado!

Martha Canseco González.
Estudié Periodismo y Comunicación Colectiva en la Universidad Nacional Autónoma de México.
El periodismo y la comunicación han sido la base para especializarme en estos temas, pero siempre referidos al género, así soy Diplomada en Género y Periodismo, Género y Comunicación, Violencia Simbólica contra las Mujeres en los Medios de Comunicación, especializaciones que he hecho en otros países como Cuba, España y Argentina. Soy parte de la primera generación de la Escuela Virtual de Empoderamiento Feminista EVEFEM con sede en Granada, España donde estudié “Intervención Social con Perspectiva de Género”, “Empoderamiento Personal con Perspectiva de Género” y “Desmontando los Mitos del Amor Romántico”. Soy también ponente en la Escuela Internacional de Periodismo “José Martí” en La Habana, Cuba, en temas de género.
Como reportera cubrí la guerra contra entre Costa Rica y Nicaragua, la visita de Mijail Gorbachov a Cuba, las conversaciones de paz entre la guerrilla del M19 y el gobierno de Colombia, las conversaciones de paz entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y el gobierno de El Salvador, también los sismos en México de 1985.
Llevo 30 años de activismo en favor de los derechos humanos de las mujeres de Hidalgo y enseñando lo que es el género y la perspectiva de género, sigo empeñada en lograrlo, dentro de las últimas especializaciones cabe destacar la autodefensa feminista, talleres que hemos venido impartiendo en los últimos diez años, más 13 mil mujeres han recibido esa capacitación.