Detrás de la cámara

Cine y violencia prostitucional: Evelyn, de Isabel de Ocampo


Existe una relación compleja, incluso tortuosa, entre el cine y la prostitución. Por un lado, independientemente de cómo se represente a ésta, el mero hecho de abordarla remite a la violencia que sufren las mujeres prostituidas. Y, por el otro, a menudo la propia representación constituye una violencia añadida, puesto que, como ha mostrado Juana Gallego en su exhaustivo estudio Putas de película (2012), la prostitución suele ser trivializada, normalizada o glamurizada.

No es éste el caso de Evelyn (2011), de Isabel de Ocampo, el único largometraje de ficción realizado en España en el que la prostitución ―agravada por la trata― es presentada en toda su crudeza, pero sin caer en la estetización voyeurista en la que incurren las (pocas) películas y series que en principio se proponen denunciarla1

La película nos cuenta la historia de Evelyn, una joven peruana que es traída a España por una red de tráfico con fines de explotación sexual, incitada por su prima Margarita, quien lleva ya algún tiempo aquí, y empujada (coaccionada casi) por su madre, quien considera que es la única oportunidad para que su familia salga de la pobreza. Evelyn emprende el viaje con cierta ilusión, sólo para descubrir, nada más llegar (a los quince minutos de metraje), que no va a trabajar en una cafetería, sino en un puticlub de carretera con el nombre de Jazmín.

El resto de la película relata sus denodados esfuerzos por escapar de su situación, primero mediante súplicas al proxeneta, y luego mediante la negativa a acudir al salón, dos intentos de fuga (en uno llega a pasar una noche entera en el bosque), la agresión al segundo putero que la viola (le corta la cara con un vaso roto) y reiteradas peticiones de ayuda a Gloria, la esposa del violador, quien se ha dejado el móvil en su cuarto. 

También intentará ayudarla su prima, al comprarle su deuda al proxeneta, sólo para descubrir que la deuda ascendía ya a mucho más (entre multas, drogas que le han suministrado sin su consentimiento y joyas que le han hecho «comprar» estando drogada).

A lo largo de este proceso, Evelyn será violada literalmente (para mí, la prostitución constituye siempre una violación, porque el «consentimiento» de las mujeres prostituidas está viciado, pero las que sufre Evelyn no entrañan ni siquiera ese mínimo «consentimiento») en dos ocasiones, la primera estando drogada; golpeada y arrastrada por las escaleras del puticlub y abandonada, medio desnuda, en mitad del patio; encerrada en su habitación sin comida ni agua (ni siquiera del grifo); drogada nuevamente; obligada a escuchar cómo golpean a Margarita para doblegarla a ella… Pese a todo, resiste y se rebela hasta que se vuelve plenamente consciente de la amenaza, física y económica, que ello representa para su familia en Perú.

Así, tras pasarse toda la película insistiendo en que se llama Evelyn y no Jazmín, cuando la UCRIF realiza una redada en el puticlub y un policía (bastante poco empático, por cierto) la interroga, afirma llamarse Jazmín y regresa, ahora sí por propia voluntad, al puticlub. ¿Qué ha cambiado entretanto? Que, justo antes de la irrupción de la policía, cuando, tras una cariñosa llamada de su madre (quien, por supuesto, no sabe nada), había accedido por primera vez a acudir al salón, la regenta del club (y pareja del proxeneta) le ha entregado unos papeles: una fotocopia del contrato por el cual su madre puso su casa y su terrenito como aval para asegurar el pago de la deuda de Evelyn, una foto de uno de sus hermanos con una bicicleta (presuntamente regalo suyo) y la intermediaria de la red que la reclutó, y una carta de agradecimiento del hermanito (Fig. 1). Es imposible no ver esto, al igual que la llamada anterior de su madre, como una amenaza pura y dura: «Tenemos a tu familia vigilada».

Fotograma escena Evelyn
Figura 1:
Los documentos de coacción

Este fotograma enlaza con la secuencia final:

Analicémosla en detalle: Vemos primero una pierna con un zapato (que suponemos de Evelyn) propio de la vestimenta prostitucional y luego las dos piernas que se dirigen hacia la escalera de entrada al puticlub, mientras se oye la voz en off de su hermanito leyendo la carta que le ha enviado y, de fondo, el ruido del viento y una música siniestra. Vemos a Evelyn de espaldas, lo que en el cine suele denotar vulnerabilidad, tapada con un plumífero que desentona de la ropa que esperamos como complemento a esos zapatos, y que se vislumbra brevemente, de lado, cuando sube las escaleras. Al llegar a la puerta, la recibe su prima Margarita, a quien tampoco le vemos la cara (la falta de rostro de ambas metaforiza su falta de identidad, es decir, el hecho de que son, como todas las mujeres prostituidas, absolutamente intercambiables). Se abrazan y la puerta, que queda abierta, se va cerrando lentamente, enmarcada por barrotes. Ya no es preciso encerrarla bajo llave (esa llave roja que cuelga por dentro y se balancea con el viento), pues ella misma ha optado (eso sí, coaccionada) por dejarse encerrar. La película termina con una visión panorámica del puticlub, que muestra su falsa atribución de hotel, el letrero de «Completo» y el luminoso con el nombre, «Luxory», que aparece recurrentemente a lo largo del metraje. Este nombre, con su defectuosa ortografía (en inglés luxury significa lujo), refleja muy bien la sordidez que subyace a los destellos del letrero y la imagen que lo ilustra manifiesta un contraste similar: dependiendo del ángulo y de la luz, muestra, bien a una mujer hipersexualizada con una larga melena, bien a una fiera semejante a un león (metáfora de los proxenetas y puteros que la explotan). 

El proceso de coacción al que es sometida Evelyn es representado metafóricamente en el prólogo de la película, donde vemos unas manos femeninas (las suyas) trabajando con una masa de harina para hacer pan (la familia regenta una pequeña panadería):

En principio, esto sólo nos muestra el duro trabajo físico que ha de realizar Evelyn (poco después la vemos ayudando a su madre a lavar ropa y limpiando una casa burguesa de la ciudad), el cual no está exento de cierta belleza, por el sol que ilumina la escena en violentos claroscuros y el lejano ―e idílico― canto de un gallo. Retrospectivamente, sin embargo, nos damos cuenta de las implicaciones de la labor de «amasado»: una vez en España, pero ya sin belleza alguna (más que el canto del gallo, la metáfora sería el zumbido de la mosca que también oímos), se la intentará «moldear», es decir, persuadir: como le dice el proxeneta, el suyo es el «trabajo» más fácil del mundo, pues no consiste más que en «chupar y follar, chupar y follar». Y, cuando esto no funciona, será golpeada y «estirada», casi hasta el punto de rotura, igual que la masa de harina. De ahí que no lleguemos a ver el resultado del proceso, que sería una bonita hogaza de pan: no lo vemos porque, por más que se resigne a su situación, Evelyn nunca volverá a ser una persona completa. Es también por ello por lo que en la última secuencia no le vemos la cara y el plumífero que la cubre le da el aspecto de una masa informe. 

Este resultado final se adivina ya un poco antes, cuando, en un ataque de ira, destroza su habitación y, de paso, el espejo, por lo que ya no podrá verse a sí misma (Figs. 2 y 3). De ahí a asumir el nombre de Jazmín media sólo un paso.

Figura 2:
Evelyn peinándose frente al espejo
Figura 3:
Lo que queda después de que Evelyn rompa el espejo

Decía al principio que esta película destaca porque, aun mostrando toda la violencia a la que es sometida Evelyn, en ningún momento se recrea en ella. La primera violación la vemos sólo mediante flashbacks, que muestran su rostro descompuesto de dolor y un cuerpo peludo de hombre encima de ella. En cuanto a la segunda, tras resistirse mediante manotazos, parece rendirse e intentar abstraerse de lo que le están haciendo, mientras oímos los jadeos amortiguados y distorsionados del violador (esto me parece un acierto, ya que en el cine a menudo vemos y oímos a los puteros y/o violadores «disfrutar» como si de una relación sexual normal se tratara, cuando, como es bien sabido, la violación tiene mucho más que ver con el poder que con el sexo). De pronto, Evelyn se desdobla y su «otra yo» la mira llorando. Entonces reacciona: aparta al hombre y lo agrede. Es decir, la película misma no ejerce una violencia añadida sobre la protagonista ni, por extensión, el resto de mujeres prostituidas. Pero sí existe una violencia posterior, tanto en el proceso de distribución como en el de recepción.

Por proceso de distribución me refiero al cartel promocional (Fig. 4):

Figura 4: Cartel promocinal

El código de barras metaforiza claramente el valor de mercancía que encarnan (nunca mejor dicho) estas mujeres, mientras que el color verdoso, como sucio, es el mismo que impregna todo el puticlub. Hasta aquí, bien. Sin embargo, la figura femenina que lo ilustra, una figura fragmentada cuyo centro se halla en el pubis, contribuye a «sensualizar» y, con ello, a normalizar la prostitución. Lo más llamativo es que esta imagen no corresponde a ninguna de la película: ésta no es Evelyn ni ninguna de sus compañeras de cautiverio. A todas ellas las vemos siempre vestidas, bien con ropa cómoda de andar por casa cuando están descansando, bien con ropa sexy-cutre cuando se preparan para ir al salón. (El salón mismo sólo lo vemos en una secuencia cerca del final, cuando Evelyn ha «accedido» por fin a cumplir con su obligación y tras descubrir que, si su prima la engañó, fue porque la habían amenazado con vender a su hija si no lo hacía.) 

La segunda violencia reside en el proceso de recepción y análisis2.

Encontré sólo dos artículos académicos dedicados íntegramente a la película y ambos violan nuevamente a Evelyn. El primero, firmado por un hombre, interpreta el final como un «empoderamiento» de la protagonista, quien, al asumir el nombre de Jazmín, demostraría que «concibe la identidad como una construcción y una “performance”. Además, ella encarna la posibilidad que tienen las inmigrantes […] de asumir una nueva identidad que les permita medrar o al menos sortear los problemas que se les presente [sic] en el extranjero» (León, 2017: 309-10; el énfasis es mío). Cuando leí esto me pregunté si Danilo León vio la misma película que yo o si simplemente se le escapó el fotograma con los documentos que he reproducido arriba (Fig. 1). El segundo, firmado por una mujer, no ve «empoderamiento», pero propone que su paso por la comisaría «es el momento crucial en que Evelyn deja de ser Evelyn y es definitivamente Jazmín, una prostituta que quiere a su proxeneta y va a regresar al prostíbulo para regresar a su actual vida. Este proceso de cambio que ha sufrido Evelyn y que sufren estas mujeres es conocido como Síndrome de Estocolmo» (Bortoli, 2017: 5; el énfasis es mío). De nuevo, creo que Giulia Bortoli ha visto una película distinta. El síndrome de Estocolmo designa un trastorno psicológico por el cual una víctima de secuestro desarrolla sentimientos positivos hacia su secuestrador; en palabras de esta crítica, que lo «quiere». Y, si bien es cierto que en ocasiones lo sufren las mujeres prostituidas, sobre todo cuando entablan una relación sexual con el proxeneta que les otorga ciertos privilegios sobre sus compañeras, en el caso de Evelyn no hay tal. Evelyn no sufre ningún trastorno, ni ningún afecto o atracción por el proxeneta o el puticlub: Evelyn ha tomado una decisión racional bajo coacción porque es la única que salvará a su familia, aunque a cambio ella tenga que morir interiormente. 

La película no deja ningún espacio a la esperanza porque para las mujeres como Evelyn no la hay, y esto es lo que la crítica (y buena parte del público) parece reacia a aceptar.

Obras citadas

Bortoli, Giulia (2017). «Vida cotidiana e inmigración en el cine y literatura ibéricos: Evelyn (2012) by [sic] Isabel de Ocampo». MILELF: Migration and Everyday Life. Iberian Literature and Film, s.n., 1-13. https://www.academia.edu/42013577/Vida_cotidiana_e_inmigraci%C3%B3n_en_el_cine_y_literatura_ib%C3%A9ricos_Evelyn_2012_by_Isabel_de_Ocampo

Cruz, Jacqueline (en prensa). «From Indictment to Aestheticisation: The Prostitutional System in the Series O sabor das margaridas». En Anja Louis y Abi Loxham (Eds.), Gender and Contemporary Television in Iberia and Latin America: Identities and Social Change. Bloomsbury.

—. (2021). «O sabor das margaridas (T1): Un alegato demoledor contra el sistema prostituyente». Blog La escritura y sus aledaños, 7 de mayo. https://jcruzservicioslinguisticos.com/2021/05/07/o-sabor-das-margaridas-t1/

Gallego, Juana (2012). Putas de película: Cien años de prostitución en el cine. Barcelona: Luces de Gálibo.

León, Danilo (2017). «Mujer, andina e inmigrante en España: Evelyn de Isabel de Ocampo». ALCESXXI: Journal of Contemporary Spanish Literature and Film, 3, 294-321.


(1) El cine documental se ha ocupado un poco más del tema, con el largometraje de la propia De Ocampo Serás hombre (2018) y los de Mabel Lozano Chicas nuevas 24 horas (2015) y El proxeneta (2018), además del corto de ésta Biografía del cadáver de una mujer (2020), galardonado con el Goya a Mejor Cortometraje Documental. En ficción es preciso señalar, aparte del cortometraje Miente (2008), también de De Ocampo, que recibió el Goya a Mejor Cortometraje de Ficción, la primera temporada de la serie de Netflix O sabor das margaridas (2018), dirigida por Miguel Conde, que constituye un alegato demoledor y (casi) sin fisuras contra el sistema prostitucional en su conjunto (Cruz, 2021). La segunda temporada, en cambio, cae en la espectacularización más abyecta, como he analizado en un ensayo de próxima publicación (Cruz, en prensa).

(2)  Mención aparte merece la violencia cultural ejercida sobre las cineastas al invisibilizar sus obras por falta de distribución y promoción. Según datos del Ministerio de Cultura, Evelyn fue vista en cines por la exigua cifra de 2.451 personas. https://sede.mcu.gob.es/CatalogoICAA/Peliculas/Detalle?Pelicula=64009


Jacqueline Cruz

Jacqueline Cruz es Doctora en Filología Hispánica especializada en cine y literatura de autoría femenina. Ha publicado dos novelas, un libro académico y numerosos artículos académicos de crítica literaria y cinematográfica, así como el volumen coeditado La mujer en la España actual. Ha traducido varios libros sobre feminismo y ha sido profesora en diversas universidades estadounidenses y en la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad trabaja como traductora y correctora de estilo independiente e imparte cursos online de creación propia sobre literatura y cine feminista.